después de tanto, casi ya no siento. mi piel esta curtida de la ventisca esperando el día de la venida. son relicarios q cuento de sus cuencas vacías, yo yacía sin norte porque debía construir un porque, ya dadome cuenta de, ahora se que esperar oportuno es la manera de expiar al futuro. somos tu, somos yo, somos uno, yo aquí encerrado en los muros de mis nombres y mis preámbulos, prejuicios q andan sonanbulos porque desconocen las razones de su existencia, nos roban la paciencia y libera la ira, la bestia delira, el olor que se aspira, inspira pena, pero carne somos, y quizá alguna vez hasta monos.

como por la calle, con tropiezos, mis escritos descuidados siguen un rumbo de ritmo, quizá ni tanto, pero la hoja me acepta, sabe como me siento, atenta a mi llanto de letras, perdón por amar unas simples siluetas, cuando siempre me cobijas en las horas inquietas. siempre ando falto, pero ahora que lo se, se que no hace parte de mi acto, mi obra en este teatro no es de tacto, es el concepto, no el absoluto, sino el como me absuelvo.

como imanes de pequeñas piezas, rompemos nuestras cabezas y otro recoge el fruto de lo que dejas, malezas, flores, madera y suculentas, tan delicadas son un deleite, alma de la mente, sabe el sub consciente cuando sana y cuando hiere; pero aveces la gula y el avaro las prefiere, he sido ambos, por suerte lo fui, pues solo una vez superado se aprende, no existe verdadera voluntad, como lo es el verdadero bien, puesto que el intento es solo eso, quizás un paso, pero nunca un puesto.

he sido, y seré, puesto que la luz que me invade me impide perecer, ir en contra de ello me lastima, pero no mata. quizás el mensaje de la resurrección no es volver a la vida, ya que no existe una única manera de morir. los pasillos oscuros no son escasos, algunos son huecos, abismos y peñascos, vértigo a lo desconocido. el ángel de la muerte bien podría ser el tiempo, tan inclemente, la única respuesta objetiva y no esta viva. por eso no nos queda si no el sueño, la musa, la esperanza, la fe; mas allá del horizonte que se esconde, ahí donde pierden el nombre y el único limite es la mente.